Doenitz, 1953, jefe de estado a su pesar

20 de enero 1953:
[…] Y, al instante, hay una gran agitación. Funk lo refiere en el jardín:
– Se ha descubierto una conjura. Skorzeny, el libertador de Mussolini, se proponía, según se rumorea, rescatarnos con dos helicópteros y cien hombres. Al propio tiempo se produciría un alzamiento. ¡Se contaba con nosotros para formar nuevo Gobierno! Dönitz, a la cabeza, como sucesor de Hitler. El Servicio Secreto inglés ha hecho varios arrestos: el subsecretario de Goebbels, Naumann, el ex jefe de prensa Sündermann, y el galuleiter Scheel. ¡Los periódicos salen con inmensos titulares!
Dönitz parece imputarme la invención de esa noticia.
-¡Pero si he oído cómo charlabas antes con el americano! -digo- ¡He oído decir que tú serías el número uno del nuevo Gobierno del Reich!
Me interrumpe muy excitado.
– ¡Qué disparate! Permítaseme manifestar que no tengo la menor relación con eso. Condeno el sistema hitleriano y jamás he tenido contacto con miembros de la SS como Skorzeny. -Tras una pausa, agrega-: Pero sigo siendo el jefe del estado legítimo. ¡Y lo seré hasta la muerte!
Me muestro sorprendido:
-Pero ¡Ya existe hace mucho tiempo un jefe de Estado! ¡Heuss ha sido elegido!
-¡Ah, no, perdón! -insiste Dönitz– ¡Ése ha sido impuesto por la presión de los ocupantes! Mientras no se conceda libertad a todos los partidos políticos, incluido el nacionalsocialista, y mientras éstos no elijan a otro, persistirá mi legitimidad. Esto es invariable. Aunque yo no quisiera el título.
Intento persuadirlo:
-Yo, en tu lugar, renunciaría a mis derechos.
Dönitz, desesperado, agita la cabeza ante tanta ignorancia.
-Veo que no lo entiendes! Aunque renunciara, seguiría siendo Jefe de Estado, porque no puedo renunciar sin nombrar a un sucesor.
Entonces yo soy quien se obstina:
-¿Acaso los propios emperadores y reyes no renuncian después de una revolución?
Dönitz me alecciona:
-Ésos nombran siempre a un sucesor. De lo contrario, su apartamiento no tendría validez.
Es mi ocasión de exclamar triunfante:
-Entonces tienes muchas suerte de que haya muerto el príncipe heredero. Porque si no, seríais tres.
Pero recuerdo que el príncipe Luis Fernando vive aún, y le pregunto:
-¿Qué trato hiciste entonces, en 1945, con el jefe de la Casa Hohenzollern?
Neurath comenta, encogiéndose de hombros:
-No puede librarse de esa idea.

24 de enero, 1953
Noticia tranquilizadora. En América, McCloy describe el complot como una pompa de jabón, y Adenauer se pronuncia con dureza contra las llamadas revelaciones. En realidad, todo el «asunto Skorzeny» parece ser más o menos un invento periodístico.

Speer, Albert: Diario de Spandau. (Spandauer Tagebücher, 1975) Traducción de Manuel Vázquez y Ángel Sabrido. Mundo Actual de Ediciones, Barcelona 1976. pg. 220-221. (Reedición en la colección de kiosco “memorias de guerra”, de la Editorial Altaya, Madrid 2008).

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