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A las 23,30 del 11 de septiembre, transmitidas las últimas órdenes, me presenté al general para recibir sucesivas instrucciones. Durante esta reunión de casi tres cuartos de hora, de tú a tú, Student me confirmó de nuevo mi absoluta libertad de acción, la completa subordinación de Skorzeny a mis órdenes y la de los hombres de las SS al teniente Von Berlepsch. En aquella ocasión fue cuando el general me informó que Skorzeny acompañaría al Duce al Gran Cuartel General de Adolf Hitler. Esto me pareció muy comprensible, pues el capitán de las SS debiera volver a Alemania. Además, Mussolini no podía volar de modo alguno sin ir acompañado. Igualmente, tal solución evitaba destacar un oficial de nuestra fuerza para esa misión.
Fueron, pues, nuestra ignorancia y nuestra credulidad las que, unidas a consideraciones puramente prácticas, dieron a Skorzeny la oportunidad de anunciar veinticuatro horas más tarde por la radio: ‘¡He liberado a Mussolini!’.