El Testamento político de Hitler… según Butz

Última página del testamento político de Hitler.

En todos los libros sobre el final del III Reich se citan los testamentos que Hitler dictó los últimos días de su vida, uno de carácter privado, y otro político, en el que además de nombrar a un sucesor, Döenitz, le dicta tanto la política a seguir como la composición de su gobierno, además de desheredar a los traidores Himmler y Göering, que han intentado negociar la paz a sus espaldas.

Nada más comenzar justifica su derrota. Por supuesto todo ha sido culpa de los judíos. Él sólo quería la paz:

Es falso que ni yo ni nadie en Alemania desease una guerra en 1939. Fue deseada y provocada exclusivamente por los políticos internacionales que procedían del grupo judío o trabajaban en defensa de los intereses judíos. Después de todos mis ofrecimientos de desarme, la posteridad no puede en modo alguno echar sobre mí la responsabilidad de esta guerra. Sigue leyendo

¿Un titular de un periódico sensacionalista justifica el holocausto?

Daily Express, 24-3-1933

Un tópico recurrente de los «revisionistas», reflejado nada menos que en dos «preguntas» del famoso «66 preguntas y respuestas del Instituto de Revisionismo Histórico» lo vemos ahora reflejado en los comentarios de este blog:

«Tampoco mencionas que en el año 38 los rotativos británicos ya publicaran JUDEA DECLARES WAR TO GERMANY,»

Es decir, fueron «los judíos» los que declararon la guerra al estado alemán. Para el IHR, informaron de ello «periódicos de todo el mundo», por lo menos para nuestro comentarista fueron «los rotativos británicos», aunque equivoque la fecha en cinco años. ¿Quizás porque recuerda que 1938 fue el año de «la noche de los cristales rotos«? . Porque la única base para todo esto es un único titular de un único periódico sensacionalista británico, el Daily Express del 24 de marzo de 1933. El que un periódico fuera de tamaño tabloide, entonces, era sinónimo de sensacionalista, y el Daily Express desde sus orígenes en 1900 fue de los primeros en incorporar rumores, curiosidades, y lo que hoy se llama prensa del corazón, en lugar de noticias. Por ejemplo, es el vehículo de los chismorreos que marcan la trama de la película Escándalo con clase (Bright young Things, 2003), de Stephen Fry, donde Dan Acroyd hace de Lord Beaverbrook. No era de los más serios en los años 30, pero últimamente se está superando, como puede verse aquí (en español) o en la entrada de la wikipedia en inglés, ya que la española, en el momento que redacto estas líneas (23 de abril de 2008 ) es sólo una traducción de los dos primeros párrafos.

¿Esta portada justificaría la deportación y asesinato de ingleses de orígen portugués?

Resulta difícil entender cómo ese titular «demuestra» que no hubo un holocausto, o que el recién formado gobierno nazi tuvo que protegerse de «Judea» persiguiendo y discriminando a todo aquel que tuviera como mínimo un abuelo judío. A no ser que se espere que quien lee literatura revisionista ignore que no había ninguna «Judea» en 1933. Ningún estado, ningún ejército, nadie que protestase ante organismos internacionales por lo que el partido nazi llevaba quince años anunciando que iba a hacer cuando llegase al poder.

Gracias a la wikipedia en inglés también está a disposición de cualquiera la portada con el titular en cuestión. Además aquí o aquí está la transcripción del artículo, único puesto que el resto de medios no describieron este boicot a los productos alemanes por parte de organizaciones judías de todo el mundo (en realidad, una norteamericana) como una «guerra».

No hace mucho hubo un boicot chino a los productos franceses por el apoyo del gobierno de Sarkozy a las reivindicaciones tibetanas. Francia  podía haber reaccionado privando de ciudadanía a los franceses de orígen chino, despidiendo a los que fueran funcionarios, o impidiendo a médicos o abogados seguir trabajando fuera de la comunidad china. Pero por lo menos los chinos sí tienen un estado, un ejército y una diplomacia para su defensa. No había ejércitos judíos que movilizar contra Alemania.

Pero ¿qué había sucedido en 1933 para motivar este titular en un periódico británico? Sigue leyendo

Las excusas de Milch

En esta entrevista, realizada en Nuremberg el 28 de febrero de 1946, Milch se “defiende” ante en el entrevistador ya que sabe que el Tribunal de Nuremberg tiene documentos que contradicen sus declaraciones anteriores, semejantes a los del resto de oficiales y altos mandos. Él no sabía nada sobre el trato dado a los judíos o la existencia de campos de concentración. Todas esas cosas  eran responsabilidad de Hitler y Himmler. El entrevistador es León Goldhenson, médico y psiquiatra destinado en Nuremberg, compañero del más famoso G. M. Gilbert. Murió en 1960, y sus entrevistas se han publicado por primera vez en 2004, estando a cargo de la edición Robert Gellately, el autor de “No sólo Hitler” y “La Gestapo y la sociedad alemana”. Sigue leyendo

Himmler informa al mariscal Milch sobre los «experimentos» en curso para la Luftwaffe

Reichsführer de las SS [Himmler]
Núm. 1397/42

Puesto de mando, 24 de octubre de 1942.
Dr. Sigmund Rascher
Trogerstrasse, 56.
Munich

Secreto de estado.
3 despachos.
Despacho 2º

Querido Rascher:
Tengo el gusto de acusarle recibo de su carta de 9 de los corrientes y de sus dos notas de 16 de los corrientes.
He leído con sumo interés su informe sobre los experimentos de enfriamiento con hombres. El Obersturmbannführer de las SS [teniente coronel] Sievers le facilitará a usted la posibilidad de que los resultados sean estudiados por organismos con los cuales estamos en relación.
A la gente que todavía hoy se escandaliza por tales experimentos, prefiriendo que valientes soldados alemanes mueran de resultas del excesivo enfriamiento, les tengo por culpables de alta traición, y no vacilaré en comunicar el nombre de tales señores a las autoridades competentes. Le autorizo a comunicar este criterio mío a quien pueda intervenir en el asunto. Sigue leyendo

1945. La prensa española y la segunda guerra mundial

Al comenzar la SGM la situación era radicalmente distinta al de otro periodo histórico. España nunca ha sufrido una dictadura tan absoluta en materia de prensa, publicaciones y costumbres desde las épocas de Fernando VII. Aunque el régimen polaco era muy semejante al español (una dictadura militar muy católica, fervientemente anticomunista) la lealtad hacia Alemania y la antipatía por Francia dominaban el común de la España Vencedora, pese a que algunas de sus élites tenían muy en mente la decisiva ayuda inglesa en el triunfo de la «Cruzada» (Vidal Guardiola, Sainz Rodríguez[1]; se puede añadir al duque de Alba[2], pronto a Beigbeder[3]). El rápido triunfo sobre Polonia y la entrada de Italia en guerra cambia rápidamente los titubeos franquistas, y como ha revelado recientemente Ros Agudo en «La guerra secreta de Franco«[4] por lo menos desde el 31 de octubre se planifica una entrada en guerra junto con sus «aliados naturales», con un vasto (e imposible) programa de rearme[5] y proyectos para atacar a Francia en Marruecos y emprender una guerra ofensiva en el mediterráneo, manteniendo Canarias y los Pirineos bien defendidos mientras se cierra el estrecho y se asedia Gibraltar.El panorama de la edición de libros y de periódicos de entonces tampoco tiene ya mucho que ver con el de 1914-18, cuando las embajadas extranjeras (y sobre todo la alemana) repartían con generosidad «subvenciones» a periódicos y periodistas afines. La censura previa controla hasta la última coma de lo que se publica, la penuria de papel, que se administra por cupos directamente por el gobierno, premia o condena a toda publicación «disidente», y en cada provincia la Falange, las diputaciones, gobiernos civiles, etc.,  poseen al menos un periódico[6]. Además, están los que son propiedad de la Iglesia, o que se someten voluntariamente a su censura, además de la civil. En todos los periódicos, incluidos los de la Iglesia, la designación de los directores la hace el ministerio de la Gobernación (interior). Aunque los vencedores no forman una unidad tan homogénea como quieren mostrar, realmente hay que atender a señales muy tenues para distinguir entre un periódico privado monárquico, otro entusiastamente falangista, o uno católico. Además del control de la censura gubernamental (obligatoria) y la eclesiástica (voluntaria) y del control que imponen los directores, están las «consignas», que marcan por anticipado qué temas son importantes, cuales no, y los que están prohibidos. Eso no significa que no haya personalidades leales al régimen como las anteriormente citadas (incluyendo el primer ministro de exteriores, Beigbeder, o el embajador en Londres, duque de Alba) que se permitan ser aliadófilos, pero su número cae en picado tras el armisticio francés. Hasta bien entrado 1942 será difícil encontrar por lo menos cierta apariencia de neutralidad entre la prensa española (por ejemplo, el elitista semanario de economía y política internacional Mundo) e incluso en 1945 resulta difícil encontrar artículos de opinión abiertamente aliadófilos aun en la prensa católica[7], y eso que Pío XII ha denunciado ya abiertamente al nazismo[8].

En un país en el que la tirada y calidad técnica de la prensa (siempre debidos a cortes eléctricos, según se ven obligados a disculparse… pese a recibir airadas protestas por parte de las compañías suministradoras[9]) están bajo mínimos destaca la impecable factura de Signal[10] o Der Adler, en perfecto castellano y con fotos a color. Y es que el rey en la sombra de la prensa española de entonces es Josef Hans Lazar[11], y que reparte con generosidad fondos entre publicaciones, directores y periodistas afines, al margen de la publicación de todo tipo de folletos y hojas sueltas, distribuidas incluso por los párrocos entre sus feligreses[12]. Sigue leyendo