Del mismo libro del Cardenal Hlond
En muchísimas parroquias no existe culto alguno. Los padres bautizan a sus niños. Quedan prohibidos los matrimonios entre polacos. De los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía sólo queda un piadoso recuerdo. No hay modo de practicarlos. La mayoría muere sin sacramentos; se considera muy afortunado quien puede lograr una secreta visita de un sacerdote, durante la noche, para recibir de él la Absolución y la Extremaunción. Todas las Asociaciones católicas y las obras de caridad han sido disueltas. Se puede afirmar de un modo general, que las condiciones religiosas son peores que en país de infieles. La persecución está alcanzando su fin: suprimir completamente la fe.
Damos a continuación algunos detalles que podrán ilustrar este estado de cosas. Consta, sobre todo, que se tiende a suprimir de un modo sistemático e inhumano todo elemento católico de la diócesis. Algunas personas de las más destacadas han sido fusiladas, entre ellas Thomas Komierowski, camarero de Capa y Espada de Su Santidad; el presidente del Tribunal de Gdynia; el director de la Academia de la Marina; el director del puerto. Todos ellos católicos distinguidos.
Todos los propietarios de abolengo han sido expropiados de sus tierras; incluso familias que residían en el país desde hacía siete u ocho siglos. Se ha expropiado también a unos diez mil agricultores, que constituían el núcleo y la base de aquella región. Se ha fusilado o confinado a todos los intelectuales polacos. Un inmenso número de personas, mas de 250.000, fueron despojadas de sus bienes, de sus ropas, de su dinero y, más tarde expulsadas al territorio del «Gobierno General». Esto ocurrió en Gdynia y en otros pueblos del campo. Las deportaciones se hacían en vagones de tren destinados a bestias y bajo un invierno de hielo, a 25 grados bajo cero. Sigue leyendo