Venta de bienes de los judíos entre los civiles

No sólo las élites nazis disfrutaban del saqueo de los bienes robados en la Europa conquistada, ni tampoco era cuestión de oficiales del ejército corruptos o de soldados avispados. El III Reich supo mantenerse unido hasta el final en buena parte gracias a que el nacionalsocialismo supo hacer cómplice de sus delitos repartiendo sus beneficios a la práctica totalidad del pueblo alemán, siempre y cuando no diera problemas. Los últimos diez años han aparecido un buen número de obras en inglés y alemán, algunas traducidas al español, que hacen hincapié en los aspectos sociales del III Reich, mostrando que el control social y el reparto de bienes robados de todo tipo fueron mucho más eficaces que la Gestapo a la hora de mantener unido al Volk detrás de su Führer. Uno de los ejemplos que citan varios de estos libros son los diarios de Klemperer, traducidos en parte al español, y las memorias de una bibliotecaria de Hamburgo, Gertrud Seydelman, que describe así las subastas que se hacían en el puerto de la ciudad en febrero de 1941, para compensar a los ciudadanos de ser -por entonces- una de las ciudades más bombardeadas de Alemania:

Simples amas de casa del Veddel [barrio portuario] llevaban de repente abrigos de piel, comerciaban con café y joyas y disfrutaban de muebles antiguos y alfombras llegados al puerto desde Holanda o Francia… Algunos de mis lectores me animaron a que adquiriera yo también en el puerto alfombras, muebles, joyas y pieles. Eran las propiedades robadas a los judíos holandeses, que -como supe después de la guerra- habían sido conducidos a las cámaras de gas. Yo no quise tener nada que ver con aquello, pero en ese rechazo tenía que ser prudente con las personas enriquecidas, especialmente con las mujeres; no podía expresar mis verdaderos sentimientos. Sólo podía comunicárselos con precaución a algunas mujerres no tan eufóricas, de quienes sabía que sus maridos eran socialdemócratas convencidos, haciéndoles saber de dónde provenían aquellos barcos cargados de maravillas; les repetía el viejo proverbio: «los bienes mal obtenidos no aprovechan a nadie», y me hicieron caso.

Seydelmann, Gertrud: Gefährdete Balance. Ein Leben in Hamburg 1936-1945 Hamburgo, 1995 Pgs. 105-106. Citado en  Aly, Götz: La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los alemanes (Hitler Volksstaat. Raub, Rassenkrieg und Nationale Sozialismus) 2005. Traducción de Juanmari Madariaga. Editorial Crítica, Barcelona 2006. Pg. 154

En febrero de 1941 la Gestapo requisó en el puerto libre de Hamburgo entre 3.000 y 4.000 lifts, cuyo contenido sacó inmediatamente en almoneda.  Junto a 2.699 vagones cargados con muebles de los judíos de Europa occidental, 45 buques llevaron a la ciudad desde holanda y Bélgica otras 27.227 toneladas de «bienes judíos», por los que compitieron en pujas más o menos simbólicas unos cien mil hogares de la comarca de Hamburgo, antes de 1942.