Informe de la censura de cartas alemana de Ucrania

El siguiente Informe de la censura de cartas alemana de Ucrania (ABP, Abwehrstelle Briefpost) muestra cómo la administración nazi seguía «el principio del Führer»… incluso cuando no expresaba su opinión en público Se saqueaba toda Ucrania sin el más mínimo escrúpulo, exceptuando los virtuosos funcionarios del servicio de censura postal.
Los paisajes trascritos en negrita corresponden a los subrayados del original.

La ABP [Abwehrstelle Briefpost, Departamento de censura de cartas] ha examinado en el último semestre [se supone 1-6 de 1943] miles de cartas de los alemanes del Reich instalados en Ucrania. Esas cartas muestras por un lado que gran parte de ellos participan animados y de buen grado en las grandes tareas y reflejan la poderosa estructura puesta en pie en el Este europeo. Sin embargo, dejan ver también un serio y grave fenómeno de descomposición. Las críticas y sentimientos negativos salta a veces a los ojos en algunas cartas, y los daños sufridos en Ucrania pueden quizá parecer por eso exagerados. El contenido de las cartas no deja ninguna duda sobre la existencia de daños que pueden amenazar seriamente los intereses del Reich y socavar los grandes proyectos de construcción.
Entre los fenómenos de descomposición en Ucrania aparecen en primer lugar el trueque y el mercado negro. Gran parte de las cartas procedentes de Ucrania hablan del trueque, que es lo único que les interesa en Ucrania a gran parte de sus autores. Se cambia todo lo imaginable y lo inimaginable por los productos ucranianos de la tierra (huevos, aceite, tocino, jamón y otros). En las cartas se mencionan entre otros como objetos de trueque: sal, fósforos, piedras para encendedor, levadura, trajes viejos, muebles, ropa interior femenina, bolsos, ralladoras, cortadoras de pepinillos, ligueros, sacarina, crema para la piel, sosa, laca de uñas, lápices de labios, cepillos de dientes… Se tiene la impresión, como explican muchos de los autores de las cartas, de que Ucrania se ha convertido en el “rey del mercadillo de baratijas del Reich” y de que Alemania vuelca allí todos sus desechos. En una carta dice: Aquí todo se “mercadea”. Las campesinas ucranianas se disputan la bisutería más barata, medallones, cadenillas sin valor o vestidos viejos y pasados de moda con colores chillones. Uno encarga “bisutería de cristal barata” para llenar las cajas vacías con una entrega de dos mil huevos que enviará de vuelta a Alemania. Todo ello recuerda, escribe un observador en Ucrania, el “comercio” con las tribus de negros y el “trueque” de cuentas de vidrio a cambio de marfil.
El motivo conductor de todas las cartas desde Ucrania es siempre el mismo: Reunid todo el dinero que podáis. Y en las respuestas “compradlo todo”, o algo parecido; “El dinero no tiene importancia”. “No miréis el dinero, comprad todo lo que podáis. Se pide a las mujeres de casa que envíen todos los trastos viejos. La cosa llega tan lejos que se les prohíbe entregar ni el menor trapo al servicio de recogida de ropa vieja. “Lo necesito todo aquí”. A los receptores de las cartas se los incita a visitar “a los parientes y conocidos” para reunir “viejos vestidos”, muebles, etc. Piden dinero para seguir comprando, y se forman cooperativas e compra y clanes para organizar el envío de baratijas a Ucrania. Los conocidos y parientes acaparan puntos no utilizados de las cartillas de racionamiento de vestidos de 1942. “Entiendo muy bien que los parientes no te quieran dar los puntos gratuitamente, pero puedes comprárselos”. Se ofrece “dinero para encargos”. En cantidades apreciables para hacer provisión de artículos trocables; se comercia con anillos y collares. El abuelo debe —así se exhorta drásticamente— enviar sus botas nuevas a Ucrania para cambiarlas por ocho litros de aceite, que luego podrá a su vez cambiar por un abrigo nuevo, “que quizá podamos otra vez cambalachear”. En otro caso el autor compra a un amigo zapatero, a cambio de aceite, zapatos de señora pasados de moda, con el fin de “montar a lo grande” su negocio de intercambio. El trueque queda así finalmente “organizado”, tanto en Ucrania como en el propio Reich.
El intercambio tiene lugar en cualquier cantidad. Y forma. Algunos hacen que se les mande sal por libras y envían a cambio a su familia cada dos semanas entre cinco y diez huevos, como complemento a su dieta alimentaria, mientras que otros envían de una vez o uno detrás de otro 10, 20, 30 o 40 paquetes a la patria, y alguno hay que ha hecho llegar a Ucrania hasta diez quintales (¡) de sal (el quintal de sal tiene un Ucrania un valor de cambio de 1000 RM; por medio kilo se consigue una gallina y por cinco kilos un cordero). Los envíos de entre dos mil y tres mil huevos a una sola familia en el Reich no son raros. El autor de una carta informa lleno de orgullo que ha enviado a su mujer por Navidad un quintal y medio de artículos. En otro caso se menciona que un empleado de un negocio comercial en Ucrania ha repartido más mantequilla en sobornos que toda la ración anual de mantequilla en el Reich. En la correspondencia desde Ucrania se comunican los siguientes envíos: “una caja con licores y pieles de oveja de astracán, 2.300 huevos” (un envío). “Una caja con licores, dos botes de miel” (un envío). “Paquete núm. 1”: Dos gallinas y miel; núms. 3 y 4: gallinas; núm. 5: huevos; núm. 6: tallarines; núm. 7: sémola; núm. 8: guisantes; núm. 9: cebada; núm. 10: tocino; núm. 11 y 12: alubias; núms. 15 y 16: carne y tocino; núms. 17-19: huevos, tocino, harina; núms. 20-22: huevos, azúcar, mantequilla; núm. 23: salchichas y pasteles. (¡Esos 23 paquetes fueron enviados en dos días consecutivos!).
Pero no se trata únicamente de pequeños intercambios. La práctica del comercio de trueque a gran escala sólo es posible mediante sobornos, corrupción y grandes irregularidades. Los “grandes envíos” pasan de contrabando en el transporte oficial. Vagones enteros son introducidos en el Reich con ayuda de empresas de transportes y empleados corruptos de los ferrocarriles. Los acompañantes son “contactos” muy buscados a los que se “unta” con grandes sumas (las cartas informan sobre ello a veces de forma muy clara). Muy a menudo se envían también por avión, a veces con el amparo de la propia tripulación. Las pandillas de traficantes organizan su propio servicio de correos. Los soldados de permiso transportan consigo gran cantidad de cartas y paquetes. Así se informa por ejemplo que un “faisán dorado”, es decir, un hombre con uniforme pardo, ha transportado en un viaje de permiso “todo un saco de cartas”. Es por tanto probable que muchos casos de corrupción grave de las oficinas locales nos hayan pasado desapercibidos. Las “mercancías para intercambiar” y los envíos al Reich proviene muy a menudo de malversaciones. Se habla de la “ayuda” de un conocido en la “oficina de cartillas” [alusión a las cartillas de racionamiento], y el director de una empresa de carnicería informa cándidamente que su cifra de negocios es todavía demasiado pequeña “para poder apartar una gran cantidad”. Los envíos desde el Reich para el abastecimiento de la administración alemana en Ucrania (muebles, vino, etc.) vuelven al Reich y son allí vendidos. No se llevan a cabo intervenciones para rectificar la situación económica de Ucrania, y se informa, por ejemplo, de que se matan grandes cantidades de ovejas de astracán para enviar su piel al Reich.
Tampoco se trata únicamente de trueques para satisfacer las necesidades personales o familiares. El trueque se convierte en “negocio” y se establece finalmente sobre una base comercial. Se especula y se gasta dinero. Las cartas aseguran que en Ucrania es fácil hacer dinero y que en muy poco tiempo se pueden conseguir grandes cantidades. “Te puedes convertir en una mujer rica de la noche a la mañana”. Gente simple escribe a casa que podrían haber “ganado” ya miles [de RM]. Otros quieren adquirir con sus ganancias en Ucrania automóviles y terrenos en la patria. Compran joyas y pieles costosas para sus mujeres al estilo de los nuevos ricos. Los autores de las cartas hablan de gigantescos beneficios en Ucrania. La bisutería se vende con una ganancia del 1000 por 100. Por una caja de cerillas se llegan a conseguir “seis metros” (=RM) y por un traje viejo más de 600 RM. En las cartas se deja notar a veces la jerga de los traficantes. Se asegura que uno se puede “organizar bien”, o se cuenta cómo se puede “montar una jugada”, envaneciéndose de su “pillería” en la realización de todos eso negocios sucios. En una carta da la impresión de que todo sucede del modo siguiente:
“Como tarea esencial todos parecen entender que se trata de organizarse una vida más cómoda y de acaparar la mayor cantidad posible de comestibles para enviarlos a la patria. Sea como fuera, en esta región se consiguen ganancias extraordinarias. Proliferan el truque y el estraperlo a gran escala y lo que antes hacían los judíos es algo que llevan a cabo hoy con el mayor entusiasmo los “arios”.
La corrupción irradia también desde Ucrania hacia el Reich. La distribución de artículos procedentes de Ucrania sirve como base para nuevos apaños en el Reich. Se intercambias los huevos que una familia no puede aprovechar, como se informa en numerosas cartas, por otros artículos racionados o escasos. Con el aceite procedente de Ucrania se emprenden viajes para venderlo de estraperlo por el país; con las mercancías traídas de contrabando desde Ucrania se adquiere de forma ilegal tela para trajes. Esos raros tesoros se utilizan incluso para el soborno. En un envío de quinientos huevos se aconseja a la receptora, obviamente insolvente, entregar cien a un empleado de la oficina de paro.
A todos nos alcanza el duro juicio que a menudo aparece en las cartas: Ucrania es un paraíso para la corrupción. A los alemanes de la administración económica y civil de Ucrania se les llama “hienas del Este”.

NA Rg 242 T 454/92, tomas 973-978 (BA R 6/81), subrayado en el original. Aly, Götz: La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los alemanes (Hitler Volksstaat. Raub, Rassenkrieg und Nationale Sozialismus) 2005. Traducción de Juanmari Madariaga. Editorial Crítica, Barcelona 2006. Pgs. 137-140

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