Oficina 33 de los ferrocarriles del Reich

Fotograma del documental Shoa,

Walter Stier, ex-miembro del partido nazi, antiguo jefe de la oficina 33 de la «Reichsbahn» (Ferrocarriles del Reich) conversa (fuera de cámara) con Lanzmann en su documental Shoa (1985)

— ¿Ud. Nunca vio un tren?

—No, nunca, nunca. Estábamos agobiados de trabajo, no salía de mi escritorio. Trabajábamos día y noche,

—»Gedob».

— «Gedob» quiere decir…

— Dirección General del Tráfico del Este. En enero de 1940 fui enviado a la «Gedob» de Cracovia. A mediados del 43 me mandaron a Varsovia. Allí fui nombrado Jefe de la Dirección de Horarios. O más bien: «Jefe de la Sección de Horarios».

— ¿Pero su actividad era la misma desde 1943?

— Sí. La única diferencia era que había sido promovido a Jefe.

— ¿Cuáles eran sus tareas específicas en la «Gedob» del Este durante la guerra?

— El trabajo era prácticamente el mismo que en Alemania: El establecimiento de horarios, la coordinación de «trenes especiales» con los trenes corrientes.

— ¿Había diferentes oficinas?

— Sí. La oficina 33 se encargaba de los «trenes especiales» y de los trenes corrientes. Todos los «trenes especiales» dependían de la 33.

— ¿Los suyos eran siempre «trenes especiales»?

— Sí.

— ¿En qué se diferencia un tren especial de uno normal?

— Un tren normal, cualquiera puede tomarlo, basta con comprar un pasaje. Un tren especial hay que encargarlo especialmente -sólo se forma con una orden- y la gente paga entonces una tarifa de grupo.

— ¿Todavía existen esos trenes?

— Por supuesto. Exactamente como antes. Sí.

— ¿Para un viaje organizado se forma un tren especial?

— Sí, por ejemplo, los trabajadores inmigrantes, cuando vuelven a su país para las fiestas, se ponen a su disposición trenes especiales. Si no, jamás se podría controlar el tráfico.

— Me dijo que después de la guerra se ocupó de viajes de protocolo.

— Después de la guerra, sí.

—¿ Cuando un rey viene a Alemania en tren, es un tren especial?

– Es un tren especial. Sí.

– Pero entonces, se trata de un procedimiento distinto al de los trenes especiales para viajes organizados, etc…

– Las visitas de Estado dependen de «Relaciones exteriores».

-¿Puedo hacerle otra pregunta? ¿Por qué hubo más trenes especiales durante la guerra que antes o después?

– Ah, ah, ya veo adonde quiere llegar. Ud. Se refiere a… a los «transportes de transferidos», ¿no es así?

– Sí, «transferidos».

– Así los llamaban. Y esos trenes dependían del Ministerio de Transportes del Reich. Era necesaria una orden del Ministerio de Transportes del Reich.

– O sea, de Berlín.

– Sí.

– Y en lo que respecta a la ejecución práctica, era la Dirección General del Tráfico del Este, en Berlín, la que se encargaba de eso.

– Sí, sí, comprendo.

– ¿Fui suficientemente claro?

– Sí, bastante.

-¿Pero en aquel entonces, en general, quién era «transferido»?

-¡No! Eso no lo sabíamos. Sólo al huir de Varsovia lo supimos: Habrían sido judíos, criminales, y otros…

– Judíos, criminales…

– Criminales. De todo.

– ¿»Trenes especiales» para criminales?

– No, no, así teníamos que decirles. Sobre eso había que callarse. Si uno no estaba cansado de la vida, más valía no abrir la boca.

– Pero Ud. Sabía entonces que esos transportes con destino a Treblinka o a Auschwitz…

-¡Claro que lo sabíamos!

– Yo estaba en la última «Dirección»: Sin mí, esos trenes no llegaban a su destino. Por ejemplo, un tren formado en Essen, tenía que pasar por los distritos de Wuppertal, Hannóver, Magdeburgo, Berlín, FrancfurtlOder, Posen, Varsovia, etc. Entonces era yo…

-¿Sabía que Treblinka significaba exterminación?

-¡No, claro!

-¿ Ud. No sabía nada?

-¡Dios mío, no! ¿ Cómo íbamos a saber? Nunca he estado en Treblinka. Me quedé en Cracovia, en Varsovia, pegado a mi escritorio.

– Ud. Era un…

– Yo era un simple burócrata.

– Ya veo.

– Pero es sorprendente que Ud., de la sección de trenes especiales, nunca haya sabido nada de la «Solución Final».

– Era la guerra.

– Había otros, en los ferrocarriles, que sabían, como los jefes de los trenes…

– Ellos vieron, vieron, pero lo que sucedía, yo…

-¿ Qué era Treblinka para Ud.? ¿ O Auschwitz?

– Treblinka, Belzec y todos esos nombres, para nosotros eran campos de concentración.

– Una destinación…

– Sí, nada más.

– Pero no la muerte.

– No, no, un alojamiento. Por ejemplo, un tren que llegaba de Essen, de Colonia, o de otra parte… necesitaba espacio. La guerra, los Aliados avanzaban cada vez más… y a esa gente teníamos que concentrarla en un campo.

-¿ Cuándo supo exactamente?

– Bueno… cuando… fue divulgado… Divulgado, cuchicheado… Nunca dicho abiertamente. ¡Dios mío, no! ¡Hubieran venido inmediatamente a buscarnos! Rumores…

-¿Rumores?

– Rumores, eso es…

– ¿Durante la guerra?

– Hacia el final de la guerra.

– ¿No en el 42?

– ¡No, ay Dios! ¡Ningún indicio! Era, veamos, finales del 44, quizás…

– ¿Finales del 44?

– Antes no.

– ¿ Y Ud. qué…

– Se contaba que la gente era enviada a los campos de concentración y que los menos fuertes sin duda no sobrevivirían.

-¿El exterminio fue una sorpresa para Ud.?

– Total, sí.

– ¿Ni idea de ello?

– ¡Ni idea! Como ese campo, ¿cuál es su nombre? Bueno… que pertenecía al distrito de Oppeln… Ya sé: ¡Auschwitz!

– Auschwitz dependía de Oppeln.

– De Oppeln, sí. Cerca de Cracovia.

– Es cierto.

– Sin embargo, se oyó hablar de eso.

– De Auschwitz a Cracovia hay 60 kms.

– Sí, está realmente cerca, y lo ignorábamos todo. ¡Ni un indicio!

-¿Pero al menos sabían que los nazis… que Hitler no quería a los judíos?

– Eso sí. Era notorio, público. Eso no era ningún secreto. Pero su exterminio, eso sí que no lo sabíamos. Aún hoy, hay quienes lo cuestionan: «¡lmposible que haya habido tantos judíos!» ¿Si tienen razón? No lo sé. Esto es lo que se dice. ¡De todas maneras, disculpe la palabra, fue una cochinada!

– ¿ Qué cosa?

– El exterminio.

– Todos lo condenaron. ¡Toda la gente honesta! Pero en cuanto a saberlo… ¡eso no!

– Sí, pero los polacos, por ejemplo, – la población polaca- ellos sí lo supieron todo.

– Eso no tiene nada de extraño, Dr. Sorel. Ellos vivían cerca, oían, hablaban y no estaban obligados a callarse.

Walter Stier, funcionario de los ferrocarriles alemanes durante y después de la guerra, filmado con cámara oculta.

Walter Stier, funcionario de los ferrocarriles alemanes durante y después de la guerra, filmado con cámara oculta.

El documental Shoa también se ha editado en forma de libro. Arena Libros, colección Tiempo al tiempo nº2, Madrid 2003. ISBN: 84-95897-22-9. pg.138-143.

2 pensamientos en “Oficina 33 de los ferrocarriles del Reich

  1. Yo no me creo que esta gente no se enterara de nada.
    1º.-Sabian cunanta gente iba en cada transporte especial,por que,tenian que pasarles los portes del viaje a la oficina correspondiente.
    2º.-Si un transporte lleva 5.000 ó 10.000 personas a su destino,sabian cuanta gente se habia transportado y,sumando,tenian que llegar a la cifra total que se transportado a cada destino.
    3º.-¿No les parecía raro que a Treblinka,Sobibor,Auschwitz,etc… se llevara tan ingente cantidad de personas?

    No le demos más vueltas.Muchos callarón por miedo,otros,por verguenza y,otros,para que no se les acusara de exterminadores.

    Un saludo

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    • En efecto, Walter Stier miente. Pero no hace más que seguir las mismas líneas de defensa de toda la posguerra. Yo no sabía nada, y, al mismo tiempo, no podía decir nada, porque si no me mataban. Aun siendo miembro del partido, organizando tantos trenes especiales sin retorno, sigo diciendo que no sabía nada y que tenía mucho miedo, a ver si cuela.

      Gracias por su comentario. Cordiales saludos.

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