Carta pastoral del cardenal Hlond: El antisemitismo en Polonia, 1937

El cardenal Augustus Hlond (1881-1948), Primado de Polonia, ya ha salido en varias entradas de este blog, por el notable libro publicado en 1945 en España (en 1942 en EEUU,  México…), recogiendo distintas locuciones en Radio Vaticano de 1940. En ellas narraba los padecimientos de polacos católicos y de sus iglesias y bienes, sin mencionar nunca a los judíos. Y es que la Alemania nazi de los años treinta nunca tuvo el monopolio del antisemitismo, pero sus acciones, aún en una fecha tan temprana como 1937, resultaban repugnantes incluso para los antisemitas «clasicos», como ya vimos con el Almirante Horty. Nótese que, pese a la dureza del primer párrafo, el cardenal condena la violencia indiscriminada contra los judíos, y la atribuye a oscuros intereses extranjeros, al mismo tiempo que pide un boicot a sus negocios y empresas.

Carta Pastoral del 9 de febrero de 1937.

Es un hecho que los judíos luchan contra la Iglesia católica, que están imbuidos de un pensamiento libre, que son la vanguardia de la impiedad, del movimiento bolchevique y de la acción subversiva. Es un hecho que la influencia judía en la moral es deplorable, y que sus compañías editoriales propagan la pornografía. Es cierto que son estafadores y que se dedican a la usura y al tráfico de blancas. Es cierto que en las escuelas la influencia de la juventud judía sobre la católica en general es negativa desde el punto de vista religioso y moral.

No todos los judíos son tal y como los describimos aquí. También hay judíos piadosos, justos, honrados, caritativos y bienintencionados. En muchas familias judías existe un espíritu familiar sano y edificante. Conocemos a algunas personas del entorno judío que son moralmente notables, nobles y respetables.

Os prevengo contra la actitud moral importada del extranjero que es fundamental e inconfundiblemente antijudía. Esta actitud es contraria a la ética católica. Es lógico que uno prefiera a su propio pueblo; lo que es erróneo es odiar a otras personas, aun cuando sean judías. En las relaciones comerciales, es correcto favorecer a nuestra propia gente, evitar las tiendas judías y los puestos judíos en el mercado, pero está mal saquear las tiendas judías, destruir bienes judíos, romper sus escaparates, arrojar bombas a sus casas. Es preciso encontrar alguna protección frente a la dañina influencia moral de los judíos, apartarnos de su cultura anticristiana, y en particular, boicotear a la prensa judía y a las desmoralizadoras publicaciones judías, pero es un error atacar a los judíos, pegarles, herirles o difamarles [!!!!!]. Hasta en el judío debemos respetar y amar al hombre y al prójimo, aunque uno quizá no sea capaz de respetar la indescriptible tragedia de ese pueblo que era el guardián de la idea mesiánica y creó a nuestro Salvador. Cuando la gracia de Dios ilumine al judío y éste se una sinceramente al redil de su Mesías y el nuestro, será acogido con alegría en las filas cristianas.

Guardémonos de aquellos que intentan llevar a cabo excesos antijudíos. Sirven a una mala causa. ¿Sabéis qué órdenes están obedeciendo al hacer tal cosa? ¿Sabéis en interés de quien se fomentan esos desórdenes? La buena causa no gana nada con tales actos de desconsideración. Y la sangre que a veces fluye en tales ocasiones es sangre polaca.

Hay que tener en cuenta que, según el censo de 1931, un 9,8 % de la población de Polonia era judía, pero esta era abrumadoramente urbana, en un estado en el  que el 80% de su población vivía en localidades de menos de 10000 habitantes. No era de «extrañar» que se considerase a la población judía como un factor especialmente modernizante, «universalista» y moralmente reprobable, frente a las sanas costumbres del campesinado. Algo común a todos los movimientos conservadores de toda la Europa de la época.

Citado en Saul Friedländer: El tercer Reich y los judíos (1933-1939). Los años de la persecución. Traducción de Ana Herrera: Nazi Germany and the Jews, Vol. I. The Years of Persecution 1933-39, 1997.  Galaxia Gutenberg, Barcelona 2009. pg. 297-298.

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